Una propuesta educativa intercultural que estimula la dinámica de involucrar a los jóvenes con formación superior como mediadores de la enseñanza entre la escuela oficial y la educación comunitaria.
El campo educativo no ha sido ajeno a los desafíos que el aislamiento social ha traído consigo, si bien desde los Estados se ha impulsado la propuesta de “Aprender en casa”, como una modalidad de hacer del hogar una extensión de las aulas de clases con ayuda de medios tecnológicos, esto no ha podido alcanzar sostenibilidad en ciertos ámbitos como las zonas urbano populares y rurales, a causa de las limitaciones tecnológicas y de cobertura.
Es así que surge la propuesta de implementar los círculos de interaprendizaje, una estrategia educativa intercultural que parte de la comunidad para aprender en colectivo, pero que además involucra a redes de jóvenes como mediadores educativos entre la escuela oficial y la educación comunitaria, promoviendo el aprendizaje útil y culturalmente pertinente a partir de aquellas actividades significativas de interés del niño y de la comunidad.
Con el lema “El que sabe enseña más enseña al que sabe menos”, se busca estimular una dinámica educativa en la que los jóvenes desarrollen un rol protagónico como puentes de la enseñanza y el aprendizaje dentro de las comunidades.

Esta estratégica educativa ha sido implementada por la Asociación Urpichallay en el marco del Proyecto Regional Andino, de la mano con la Red de Docentes AMIRA y la Red de Jóvenes AMAK en 13 comunidades de la región Áncash. Karina Costilla, directora de Urpichallay, quien viene impulsando esta propuesta explicó que en los círculos de interaprendizaje se identificar cuatro momentos.
Este proceso inicia cuando el docente identifica a los jóvenes de las comunidades para tener a cargo entre 3 y 5 escolares que vivan cerca de él, y que pueden ser hermanos o parientes. Luego, junto con el yachaqs o sabios de la comunidad identifican la “situación significativa”, es decir, la actividad principal que la familia realiza en la chacra, y cada mes se va realizando una actividad diferente. Esta actividad se socializa con los niños, se reciben aportes para su ejecución y juntos van a la chacra a desarrollar la actividad aprendiendo del yachaqs y de la naturaleza.
En un segundo momento, el joven anima a escribir, o registrar lo aprendido del saber cultural a través de cartillas, videos, entre otros formatos. Envía los trabajos al docente quien al recibir esta información lo procesa para a partir de estos saberes pueda identificar las áreas curriculares cuyas competencias son pertinentes para incrementar el conocimiento.
En una tercera etapa y con el material, el docente construye el proyecto de aprendizaje o realiza la integración de áreas a este saber y le manda al joven la retroalimentación, es decir si la actividad chacarera fue la cosecha de papas, el docente puede proponer problemas matemáticos, puede desarrollar algún tema de ciencias sobre el cultivo cosechado, puede desarrollar alguna actividad de personal social como la familia, la historia, matemáticas, u otra que surge de la creatividad y el profesionalismo del docente.
Finalmente, el joven recibe las actividades pedagógicas y orienta a los niños para su ejecución. Una vez terminado el aprendizaje incrementado se inicia nuevamente el circulo con otro saber.
“La idea de esta propuesta educativa, que parte de la comunidad, es que se aprenda desde el colectivo, desde las propias actividades que se van desarrollando en la comunidad día a día, que se aprenda haciendo y descubriendo, a diferencia de la escuela que parte del conocimiento que trae el docente para el estudiante de manera unilateral. Aquí se trata de aprender en colectivo generando liderazgos juveniles y desarrollando un proyecto comunitario”, refiere Karina Costilla.
“Este proyecto educativo comunitario responde a las problemáticas o necesidades locales, por ejemplo: para atender la inseguridad alimentaria, se puede trabajar a través de la continuidad de saberes para el cuidado y cultivo de la biodiversidad; la contaminación ambiental, a través del cuidado de las praderas; el agua, con las sabidurías ancestrales de preservación natural, etc., tenemos muchos desafíos globales que atender y desarrollando una educación desde la chacra podemos cambiar patrones de pensamiento que nos han llevado a estas crisis, al mismo tiempo que se fortalecen los lazos de enseñanza intergeneracional entre abuelos, padres e hijos desarrollando las actividades chacareras ”, agregó la directora de Urpichallay.
A la fecha, los círculos de aprendizaje impulsados por Urpichallay ha logrado la participación de 13 docentes, 33 jóvenes y 103 niños y niñas en comunidades como: Tinco, Punyan, Copa Chico, Marcará, Acopampa, Yanamarca, Obraje, Huashcar, Shumay, Jangas, Huaraz, Huamarin, Quitaflor, Recuay.
Cabe destacar que Urpichallay, es una coparte del PRA que desde hace más de una década acompaña una propuesta orientada a la educación rural, basada en la educación que se realiza de generación en generación en las comunidades campesinas.
Este tipo de educación tiene sus propias formas de enseñanza – aprendizaje y que responde a la cosmovisión local, bajo el principio de que en la educación participan todos, no sólo el ser humano, sino también la naturaleza y lo sagrado, todos enseñan y todos aprenden, así se vive en comunidad, tejiendo relaciones de solidaridad y cooperación.
