“Expresiones de cariño y sabidurías ancestrales para la regeneración de la agrobiodiversidad y la adaptación al cambio climático”
El ayllu
Las comunidades andino-amazónicas vivencian todo lo existente como una colectividad viva y sagrada conformada por la Naturaleza (ríos, animales, bosques, lagunas), sus deidades (Apus, Taita Inti o el sol, Mama Quilla o la madre luna, Pachamama o Madre Tierra, Kawsay Mama o madre semilla, entre otros) y los humanos.

En esta colectividad, todos son miembros de una sola familia o Ayllu en quechua, que conviven en una relación de equivalencia y crianza mutua desde el cariño y respeto en una vida comunitaria, contribuyendo en la regeneración de la vida.
La manifestación que convoca a estas colectividades a una conversación profunda son los rituales, momentos conviviales en que todo el Ayllu se junta ceremonialmente para compartir entre humanos, naturaleza y sus deidades, y se realizan en un determinado momento y lugar.
Crianza ritual de la biodiversidad

Los rituales son una expresión de cariño, celebración y respeto, que teje las relaciones entre cada uno de los integrantes del Ayllu (humanos, naturaleza y deidades), y están presentes en cada uno de los procesos de regeneración de la comunidad, sean actividades agrícolas, pecuarias, textiles, en el comer, el ayni o mijaneo (trabajo comunitario).
Las comunidades andino-amazónicas son, desde sus orígenes, culturas chacareras y mantienen una particular relación ritual con las semillas, como una práctica de acompañamiento a la crianza de la agrobiodiversidad.
En todo momento del calendario agrícola se hacen rituales pidiendo permiso y amparo a la Pachamama, a la Yakumama, a las Semillas, a los Apus, astros y demás deidades. Una de las más importantes expresiones de este compartir ritual son los Watunakuys o intercambios rituales de semillas.
Esta práctica agrícola ancestral es una ceremonia de encuentro de todo el Ayllu y una manifestación de la crianza ritual de la biodiversidad, en la que se fortalece el ánima de las semillas y los agricultores de distintas comunidades intercambian ritualmente diversidad y variedad de semillas, para asegurar una buena producción de alimentos y tener suficiencia alimentaria, es decir: sembrar de todo, para comer de todo, entre todos (personas, deidades y naturaleza).

Desde tiempos antiguos, los centros ceremoniales o wakas juegan un rol muy importante como lugares sagrados a los cuales, en la época de cosecha, concurrían en peregrinación las familias de cada región llevando la diversidad y variabilidad de sus semillas cosechadas, para intercambiarlas ritualmente después de las ceremonias de agradecimiento a sus deidades.
En estos centros ceremoniales o wakas, ubicados en costa, sierra y selva alta del país, a lo largo de los caminos prehispánicos (Qhapaq ñan), se han encontrado evidencias que demuestran que, además de ser lugares sagrados, también son Calendarios Rituales Agrofestivos; pues estos centros están orientados agroastronómicamente.

Estos espacios rituales conversan con el caminar de los astros, unos a través de puertas, otros de ventanas, escalera, calles, o columnas de piedra construidos alrededor del centro ritual, como señas que indican cada uno de los momentos de crianza de las chacras y el paisaje.
Asimismo, son los solsticios y equinoccios momentos rituales claves para realizar estos Watunakuys o intercambios rituales de semillas, práctica ancestral que busca asegurar la producción de los alimentos para todo el Ayllu, pues, ante la variedad del clima andino-amazónico, se hace necesario que en cada chacra haya diversidad y variabilidad de semillas y así garantizar la conservación de la agrobiodiversidad y adaptarse a los cambios climáticos.

Que buen trabajo esto nos hace bien gracias