En lo profundo de San José de Sisa, la comunidad nativa Pawana Anak Nauta se convirtió en un punto de encuentro para el diálogo, la enseñanza y la ternura intergeneracional. El 30 de mayo, se realizó el Encuentro de abuelas y abuelos de la provincia El Dorado, reuniendo a más de cien portadores de sabiduría ancestral que comparten con generosidad sus saberes, semillas y cuidados, reafirmando el valor de la crianza desde el territorio.

La jornada fue precedida por una tarde de preparación el día anterior. El 29 de mayo, al llegar al local comunal, Girvan Tuanama Fasabi, responsable del acompañamiento desde Waman Wasi, fue recibido por los abuelos que ya esperaban con entusiasmo. En círculo, y luego de los saludos, se organizaron los turnos de participación. Se eligieron las voces que al día siguiente hablarían de tejidos, cerámica, plantas medicinales, semillas y remedios. La palabra fluía con respeto: la abuela Nely Fasabi, la abuela Hermelinda Sinarahua, la abuela Rosa María Tuanama, el abuelo Eladio Tuanama, entre otros, ofrecieron compartir su conocimiento en ese espacio común.
El día del encuentro amaneció con llovizna, como si la madre naturaleza también quisiera acompañar el evento. Poco a poco fueron llegando las delegaciones desde Kopal Sacha Santa Cruz, Waja, Yaku Shutuna Rumi Anak Huaja, Ishichihui, Maray, Urmana Yaku Barranquita, hasta completar 107 participantes —56 hombres y 51 mujeres—. La chicha caliente y el desayuno preparado por las abuelas ayudaron a entibiar la mañana y el corazón.
Ya con todos reunidos, el abuelo Crober Sajami Tuanama, vicepresidente de los abuelos, dio la bienvenida: “Siéntanse como en casa, hay comida, hay chicha, estamos aquí para encontrarnos”. A su saludo se sumó el apu Rodbin Salas, autoridad de la comunidad, quien reafirmó el valor de este tipo de encuentros. Las delegaciones se ubicaron alrededor de una manta extendida y se dio inicio a las exposiciones.


Las palabras de la abuela Nely Fasabi abrieron el diálogo: “Yo he traído mis semillas: fréjol huasca, panamito rojo, chiclayo bolasho, culantro menudo, tomate sacha con esto me alimento y me curo. Si la chacra no produce, da tristeza, más cuando hay niños; pero si respetamos los secretos, si sembramos en buena luna, sí produce. Yo me siento alegre, compartiendo con mis hijos y nietos, no me falta nada”.
Luego, la abuela María Rosa Tuanama mostró sus tiestos y ollas: “Saco mi tierra arcillosa en luna llena. Si no lo hago en buena luna, la cerámica gotea. Y si alguien ha fallecido, no se puede hacer, porque atrae más muertes”. Así, entre detalles, se revelaban las formas en que el tiempo y la vida están tejidos con la práctica ancestral.
La abuela Hermelinda Sinarahua habló de sus tejidos: “Aprendí a tejer desde los nueve años. Mi mamá me enseñó. Hoy enseño a mis nietas. Me siento contenta por eso”. El abuelo Eladio Tapullima presentó sus remedios: “El sanango con aguardiente para el reumatismo. Fumo mi mapacho y le pido permiso al árbol. Con mis purgas vivo tranquilo”. La abuela Matilde Tapullima, por su parte, compartió cómo cura el mal aire con mucura, piñón y aguardiente. “Con eso limpio mi casa, mi cuerpo, mi familia. Este saber no termina conmigo, mis nietos ya lo están aprendiendo”.
Mientras las exposiciones avanzaban, también se compartían testimonios de cosechas. El abuelo Edmundo Sajami, de Pawana Anak Nauta, contó: “Sembramos y sacamos unos 10 kilos de fréjol. Ya comimos casi todo, pero gracias al intercambio me llevo un poco más para sembrar”. La abuela Rinith Tuanama Amasifuén dijo, sonriendo: “Sembré 1.5 kg de fréjol huasca y saqué 40. Estoy contenta. Guardaré 5 para semilla, el resto es para comer”. El abuelo Raymundo Salas, de Barranquita, relató: “De 2 kilos de maní que sembramos, sacamos 50. Esta campaña voy a sembrar 10 kilos”. En contraste, la abuela Rosaría Tuanama confesó que su fréjol no dio: “No sé qué pasó, pero así son las campañas. Mi maní sí dio. Seguiremos sembrando, para no depender del mercado”.
Después de los relatos, se organizaron talleres comunitarios. En grupos, las abuelas y abuelos preparaban remedios tradicionales, trabajaban cerámica, tejidos y esteras. Con aguardiente, hojas de limón, aire sacha, mucura y otras plantas, cada cual preparó su medicina. Al finalizar, se llevaron sus botellas listas, no solo como un producto, sino como una herencia viva.
También hubo tiempo para el intercambio de semillas: fréjoles, manís, cortezas, cerámicas. Cada abuelo regresó con algo nuevo para criar en su chacra, y con el compromiso de seguir compartiendo lo aprendido. Como dijo la abuela Nely Fasabi: “Este encuentro nos fortalece. Conversamos, mostramos lo que criamos y volvemos con más ganas. Lo que enseñamos va a quedar con nuestras nietas y nietos”.
Las palabras de René Tuanama Tapullima, abuelo de Waja, resumieron el espíritu del encuentro: “Me siento contento. Dialogar, enseñar lo que hacemos en nuestras chacras, orientar a los jóvenes, eso me da fuerza. Yo estoy en todo, ayudando a mi comunidad”.Al finalizar, se acordó que el próximo encuentro será el 12 de julio en Urmana Yaku Barranquita. Allí, las voces seguirán creciendo como brotes de sabiduría. Porque lo que se siembra con cariño, no se pierde: se transforma en raíz, en alimento, en memoria viva.
