Jornadas de aprendizajes mutuos entre adultos mayores y escolares

Dos días de compartir aprendizajes, sabidurías y amor por la tierra se vivieron en la I.E.I. Pioneritos de Villa, en Villa el Salvador, durante el taller de implementación su huerto escolar, organizado por la Casa Cultural Arenas y Esteras.

Esta iniciativa escolar se desarrolló en el marco del fomento de los Centros de Aprendizaje Mutuo, experiencia que compone una trama educativa en el que gestores comunitarios, docentes, escolares y adultos mayores convergen en una dinámica de transmisión de saberes desde el cariño y buscando alternativas para el bienestar de la comunidad urbana.

De esta manera, los gestores culturales y las docentes del centro educativo facilitaron el espacio en el que los escolares de la mano con sus abuelos y padres de familia aprendieron sobre las prácticas de cultivo de diversidad de semillas en sus pequeños huertos escolares, mientras revaloraban los saberes de sus ancestros y se sensibilizaran sobre la importancia de sembrar nuestros propios alimentos para mejorar la alimentación a partir de la diversidad y del cuidado de la tierra.  

Ana Sofía Pinedo, la coordinadora de Arenas y Esteras, invitó a los familiares a reflexionar sobre el impacto del cambio climático y la importancia de preservar un entorno saludable para las futuras generaciones. Destacó que, además de realizar acciones concretas para cuidar la naturaleza, es esencial honrar las costumbres de nuestros abuelos, quienes nos enseñaron a valorar la biodiversidad. De esta manera, podemos evitar el monocultivo y promover la conservación de nuestros ecosistemas. «Antes teníamos muchas variedades de tomates, por ejemplo, pero ahora en los mercados solo encontramos dos o tres», mencionó Pinedo.

Durante el taller, los niños participaron en la elaboración de su propio compost —residuos orgánicos descompuestos que se utilizan como fertilizante natural—, guiados por la gestora Yllari y las docentes. Los pequeños aprendieron cómo convertir desechos orgánicos —como cáscaras de frutas, verduras, cáscaras de huevo, entre otros— en tierra fértil. Con sus manitos pequeñas y acompañados por sus abuelitos y padres, los niños llenaron bateas con los restos, cubriéndolos con aserrín y tierra. Se les enseñó que, después de unos cuatro meses aproximadamente, los desechos se transforman en un suelo vivo, rico en nutrientes, en el que las lombrices de tierra contribuyen a la fertilidad del suelo.

Esta actividad permitió que los niños y niñas tuvieran su primer acercamiento a estos pequeños seres. Las reacciones de los estudiantes fueron diversas: sorpresa, curiosidad y alegría. Para muchos, fue el primer contacto con un proceso natural como la descomposición y la vida en el suelo. En los exteriores de la institución, los niños nutrieron la tierra de sus huertitos utilizando un compost maduro que había sido preparado con anterioridad.

El taller culminó con una ceremonia de agradecimiento a la Madre Tierra, a través de una ofrenda, donde los participantes unieron sus corazones por cosechas abundantes y generaciones futuras más conscientes del cuidado de la naturaleza. Gracias al trabajo conjunto de los gestores, no solo aprendieron cómo se forma la tierra fértil, sino que también se involucraron directamente en el cuidado y crecimiento de sus propios huertitos, llevando a casa una semilla de amor y respeto por la Tierra.

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